
Cuando ella salió no tenía esa mueca que inevitablemente nos
queda en el rostro después de escuchar algo gracioso, pero tampoco se la vio
secarse lágrima alguna. Los más inteligentes elaboraron cientos de hipótesis
acerca de lo que había ocurrido allí adentro. Los más sensatos dedujeron que no
había reído ni llorado.
La escena se repetía en una suerte de rutina que todos
cumplían sin chistar. Entraban, al rato salían y tras llenar una ficha con sus
datos la dejaban junto a un adelanto en efectivo sobre la pequeña mesa. Casi
sin mirar a los que estaban en la sala se iban a contar la experiencia a sus
amigos, familiares y a algunos curiosos que cada tanto pasaban por la puerta.

Aquella tarde de abril el timbre vibró suavemente. Las
inspecciones municipales eran muy severas con quienes usaban mecanismos sonoros
para llamar la atención. Pasaron diez minutos y varios intentos hasta que ella
atendió.
A pesar de las investigaciones de la policía y de un
detective que contrató una prima, pocos se animarían a arriesgar un relato
sobre lo que ocurrió entre el momento en el que se abrió la puerta para que ellos
entraran, y un rato después, cuando se los vio salir.
Cuando se fueron, ella volvió a sentarse en su sofá
predilecto. Allí permaneció con una mirada contemplativa, casi sonriente. Una
semana después su prima y el detective, genuinamente preocupados, abrieron con
la llave de emergencia. Ella estaba sentada en su sofá, imperturbable.
Los médicos forenses dijeron que había sido un paro cardíaco
y así se difundió oficialmente la noticia. Nadie sabe si fue algún vecino
perspicaz el que dio origen a la leyenda o si uno de los médicos no se atrevió a consignarlo en su
informe, pero lo dejó trascender. Su corazón había fallado luego de notar que
ya no estaba el sonido de la gota que le había hecho compañía durante toda su
vida.
Quedó el misterio de la ambigua expresión de su rostro al
salir de la consulta. No había sonreído ni llorado, tal vez como parte de una
puesta en escena de quien había desencadenado un mecanismo de precisión para
liberarse del estigma del suicidio.