A simple vista parecía natural, pero era el producto
de una relación compleja entre algunas ideas flexibles convertidas en hebras
doradas y otros materiales más rígidos, que les impedían moverse con libertad.

No tenía demasiado tiempo, pero sospechaba que con pocos movimientos podría cubrir el espacio que años de desidia habían dejado en blanco. La rigidez le permitiría desplazarse, la flexibilidad lo ayudaría a acariciar sin lastimar.
Todo parecía estar bien, nada quedaba al azar. O sí, porque de pronto descubrió que no había tomado en cuenta lo que ocurriría abajo.

El gato se enganchó con una soga de la escalera, el piso se deslizó sin meditarlo mucho y la gravedad se hizo más grave.
Se tambaleó, quedó colgado del pincel y rápidamente comprendió que los sueños te pueden llevar alto, pero no alcanzan para sostenerte en el aire.