
Estaba pensando en un final a toda orquesta, el que resulta de los comicios en mi Carrera en la que se ratificará al director apoyado por docentes y graduados y una parte de los estudiantes, cuando la mente me jugó una pequeña broma. La excitación por las elecciones, la presencia de cientos de protagonistas de las Ciencias Sociales me trajeron a la memoria eternas discusiones acerca de qué es la ciencia que me hicieron pensar en algunos autores como Alan Chalmers.

Y me hizo pensar en el viejo debate que se trasladaba a la pareja, si el mundo se puede pensar desde un laboratorio con cuatro paredes, un par de sillones y una computadora o si para tratar de entenderlo y enfrentar los problemas que nos trae todos los días hace falta salir al campo, ver qué pasa con los seres humanos que todos los días tienen que enfrentar la vida, que pensar cómo comer, por qué están en la vida si la vida les ofrece sólo penurias, por qué sin embargo traen vida todos los días a el mundo en el que viven.


Pensé, pensé, medité sobre el contraste entre el pensamiento social y psicológico contra el pensamiento matemático y pretendidamente exacto, miré alrededor y saqué una conclusión que seguramente no revolucionará a las ciencias, que no será analizado por los grandes epistemólogos: “Qué fuertes que están las minas de Sociales”. Y me dediqué a lo mío.
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