Lo vi aquella
tarde cuando pasé apurado. Tenía una barba larga, negra, pero no era un hipster.
O no lo parecía. Su cabello enmarañado se apoyaba sobre una mochila que parecía
celeste. Quedaba algo del color original, aquel que tuvo años atrás, cuando
algún padre la compró para un escolar que al poco tiempo reclamaría una nueva.
Su cuerpo era muy delgado pero bien formado. Una camisa, también celeste donada vaya a saber por quién y a qué institución cubría su torso con todas las arrugas y manchas posibles. Los pantalones sostenidos por una cuerda que hacía de cinturón acompañaban la posición fetal, con las rodillas ligeramente abiertas para que sus manos tuvieran cómo reposar.
Su cuerpo era muy delgado pero bien formado. Una camisa, también celeste donada vaya a saber por quién y a qué institución cubría su torso con todas las arrugas y manchas posibles. Los pantalones sostenidos por una cuerda que hacía de cinturón acompañaban la posición fetal, con las rodillas ligeramente abiertas para que sus manos tuvieran cómo reposar.
Durmió durante más de dos horas, abrió los ojos, miró a su alrededor y volvió a cerrarlos. Recogió las rodillas y acercó aún más la espalda a la pared. No tenía mucho sueño, pero tampoco deseaba ver. Necesitaba esconderse y con el tiempo había aprendido que lo poco que le interesaba estaba adentro suyo.
La tarde todavía
estaba en su plenitud cuando volví a pasar. Sus párpados se movieron y otra vez
pareció no estar interesado. Seguramente tiene nombre, aunque su madre es
apenas un fantasma que cada tanto lo visita en sueños, lo acaricia y hasta lo
cubre para que la luz no moleste. Pero el sol es implacable en una tarde de
verano con 30 grados.
PD: Fue un ejercicio para el taller de Gisela. Ella dice que de tanto esforzarme por profundizar en la descripción, se me escapó la trama, que siempre fue mi fuerte. La verdad, lo hice a propósito. La vida es un juego de palabras. ☺☺☺