miércoles, 12 de octubre de 2011

Rutina exitosa

El se levantó como siempre, a las 6 y media. Ella remoloneó hasta las 8. El escuchó la radio, repartió aplausos y silbidos, desayunó y se puso a trabajar. Ella dio vueltas en la cama hasta que se levantó. Apagó la radio y se puso a cantar mientras se duchaba. El se concentró frente a la computadora hasta que decidió ducharse. En algún momento se cruzaron y se saludaron con indiferencia. Salió más despierto y otra vez a trabajar. Ella desayunó y se cambió para ir a su empleo diario. Se besaron como si estuvieran despertando. El tomó lo que faltaba del termo y volvió a calentar agua. La extrañó, como se extraña a aquello que ocupa un lugar que queda vacío. Le escribió un mensaje de correo electrónico que ella contestó con extrema cordialidad. Se arrepintió y le mandó un tuit con un beso. Ella estaba concentrada en el trabajo y de vez en cuando cambiaba los papeles por un recuerdo. Lo tenía en Facebook, como siempre. Le mandó un mensaje privado con un “te quiero”. El supo que equivalía a un “buen día estimado señor”. La cordialidad, siempre la cordialidad. Hubo tiempos mejores, en los que él dudaba entre concentrarse en sus escritos y su amor y ella soñaba más de lo que trabajaba con sus expedientes. Volvieron a verse a la noche, ya no tenían deseos de saludarse demasiado, ya no tenían deseos. Ninguno de los dos se sintió derrotado. No se preguntaron nada, no hacía falta. La rutina ganó otra vez.

2 comentarios:

Dean dijo...

La rutina es implacable.
Un saludo.

Rubén Levenberg dijo...

Si, implacable y difícil de combatir. Hay que tener mucho ingenio y muchas ganas.