viernes, 8 de junio de 2012

La rubia, el frío, la protesta y la cacerola de cobre


Era el día del periodista y valía la pena charlar al aire sobre políticas de comunicación, trabajo, precarización y otros temas apasionantes. Después de una hora debatiendo en El Tren, el programa de Radio Cooperativa, fuimos caminando con Gerardo Yomal y su productor hacia el subte B. Hacía mucho frío y la noche acentuaba la sensación de que los dedos habían llegado al punto de congelamiento.

Cruzamos la 9 de Julio por la superficie, porque el túnel ya estaba cerrado. Allí los vimos, justo cuando entrábamos al subte. Era un grupo pequeño de caceroleros, tal vez una patrulla perdida que avanzaba para reunirse con los pocos cientos de amigos -de ellos- que protestaban en Plaza de Mayo.

Pero, más allá de que uno tiene ganas, la cuestión política pasó a ser menor frente a las caceroleras –eran mayoría de mujeres- una de las cuales me impresionó especialmente. Una rubiecita de las que uno puede encontrar en cualquier boliche de Recoleta o a la salida de la Universidad de San Andrés, la Austral o la Católica. Muy bonita, ojos verdes que su gorrito elegante no alcanzaba a tapar. La nariz delicada era también lo poco que se podía ver, porque estaba muy abrigada. La ropa, sospeché,  no provenía de ningún local del Once. Ni siquiera de un outlet.

Sin embargo, debajo del traje de cebolla se adivinaba una belleza que sólo podría decepcionarnos si fuera anoréxica. Si, era linda. Pero más linda era la elegante cacerola de cobre repujado que agitaba, con toda la pinta de haber sido comprada en una casa de antigüedades de San Telmo, que está al Sur pero se puede visitar sin quemarse.

Comencé a imaginarme si, como haría yo, la tenía en su casa entre los objetos que decoran el living o si la usa para cocinar de vez en cuando algún plato de aquellos que uno consume esporádicamente con algún cupón o porque alguien lo invita.

Entré al subte pensando en la rubia, en su living, en su cocina, en las cosas que habrían pasado por su cabeza cuando eligió la cacerola de cobre para salir a protestar. Una cosa me quedó clara, no sólo usan teflón.

1 comentario:

Brutus dijo...

Muy bueno amigo... decididamente muy bueno... Y definitivamente, las ollas del cacerolazo de la gente bien, no son las ollas populares de aluminio que todos conocemos...